27 de julio de 2009

Reseñas I: Azul casi transparente.

Azul casi transparente (Kagirinaku tōmei ni chikai burū) ~ Ryu Murakami

AVISO: no confundir al autor con Haruki Murakami, autor de Tokio Blues.

[Introducción]

Esta primera novela de un estudiante japonés de veinticuatro años fue galardonada con el prestigioso premio Akutagawa. En seis meses se vendieron un millón y medio de ejemplares y el libro desencadenó pasiones. La crítica japonesa habló de «sensibilidad revolucionaria", de «mirada como el zoom de una cámara", de «filtro de lucidez, a través del cual la violencia y el erotismo más crudo adquieren una extraña pureza". Aunque también se acusó a Murakami de cultivar sistemáticamente la pornografía y la brutalidad. En los Estados Unidos, la revista Newsweek la recomendó como «una mezcla de La naranja mecánica, de Burgess, y El extranjero, de Camus".
Los protagonistas, chicos y chicas en su mayoría Jovencísimos, de esta novela viven cerca de una base norteamericana, consumiendo toda clase de drogas, yendo a conciertos de rock, organizando orgías para los soldados yanquis, todo ello sin aparente pasión ni placer. Con emblemática pasividad, se deslizan hacia la autodestrucción, como resultado no sólo de su situación presente, sino de un futuro bloqueado. El tratamiento del autor, frío y antisentimental, destila sin embargo un sentimiento de algo puro y no mancillado. Su técnica, con su ausencia de tabúes, de condenaciones morales y de detalles superfluos, se aproxima al cinéma-vérité, con unos toques de surrealismo.

[Opinión Personal]

Me dispongo a hablar sobre el peculiar atractivo de Azul casi transparente. A ver, no tiene truco, es una novela corta que relata un extracto de las vidas de unos jóvenes que viven su existencia de manera desenfrenada cerca de una base militar norteamericana en un pueblo japonés.
La hermosura del libro yo no creo que radique en el tema escandalizante que trata, ni en la crudeza que emplea. Lo genial del libro es como lo lleva todo de manera leve. Para mí es una expresión pura del verano, de la levedad; no creo que pueda explicar un sentimiento tan personal bien...
A ver... ocurren todas estas cosas, a lo mejor están todos estos jóvenes desparramados por el piso y charlan. Sus charlas van entrelazándose de manera muy natural, y al hablar parece que estuviesen estancados en el presente, es como si flotasen. Todo es natural y a la vez extraño.
¿Se entiende? Esa es su belleza, plasmar pedazos de vida de manera leve. Estos jóvenes son como inhumanos, flotan sobre su propia existencia sin mucha resonsabilidad. Y en las charlas que tienen se ve.
La conversación es leve, hablan de cosas sin importancia, y es como si nada fuese estable. Por eso para mí representa el verano: durante el año uno habla muchas veces de responsabilidades y sueños y metas. Visualisad un mediodía de verano, vosotros y algunos amigos tirados en los sofás sin nada que hacer. El calor es sofocante y preferís ni moveros. El televisor está encendido y quizá alguno lo ve, quizá no, el ruido que emite flota en el aire sin mucha importancia junto al calor. ¿Veis la situación? Seguramente si hablaseis de algo hablaríais de tonterías, de cosas intrascendentes. Es la belleza del ocio puro, que no estamos ligados a ningún tipo de preocupación. Los problemas parecen ser parte de una vida ajena y extraña que ocurre más allá de las paredes de esa habitación.
Y esa es la belleza de esta novela (al menos en mi opinión).

[Citas]

El humo me arañaba los pulmones como un animal vivo

[...]

Cuando llegamos a la estación, Reiko dejó caer la hoja de álamo. El techo que cubría el andén resplandecía con destellos plateados y yo me puse mis gafas de sol.
-Ya estamos en verano, hace calor a tope
-¿Eh? ¿Qué?
-Nada, dije que ya estamos en verano.
-En verano hace más calor -Reiko se quedó mirando los railes, en silencio.

[...]

-¿Le pasó algo a tu piano?
-¿Si se quemó? Ella fue la única que ardió, sabes, el piano ni se enteró.
-¿Pero ahora ya no lo tocas?
-Sí, sí que lo toco. ¿Y tú que tal, Ryu?
-Me estoy quedando hecho pura herrumbre.

[...]

-¿Oye, Macho, qué pasó con el conejo?
-¿El conejo? Lo conservé un tiempo pero me daba malas vibraciones, y no pude encontrar a nadie que se lo quedara.
-Quizá yo podría.
-¿Eh? Demasiado tarde, me lo comí.
-¿Te lo comiste?
-Sí, le pedí al carnicero del barrio que lo matara, pero era un conejo muy pequeño, no tenía mucha carne. Lo rocié con ketchup, sabes, me costó sacar algo.
-¿Te lo comiste, eh?

[...]

Contemplamos el abrupto acantilado de una torre metálica que parecía querer clavarse en el corazón de la noche.
-Esto debe ser un tribunal -dijo Lilly, y empezó a reírse, mirando los anchos campos iluminados que rodeaban el transformador. Las huertas de tomates se encrespaban con el viento.
-Es como el mar -dijo ella.

Ficciones I: Acciones indebidas

Es mi intención incluir en el apartado Ficciones distintos textos narrativos escritos por mí. Dicho así a la ligera suena como si fuese yo una adolescente con ganas de explicar en un poema lo mal que me siento por mi última ruptura. Espero no ser tan malinterpretado. No puedo hacer apología a la calidad de lo que escribo por el simple hecho de que todo eso es un asunto demasiado abstracto. No escribo para matar el tiempo o para contar cómo me siento; escribo como manera de exteriorizar mi respeto y afecto por la ficción, la narrativa y el lenguaje. Y quiero pensar que eso se evidencia en un estilo que no es (tan) pésimo como podría ser siendo otras mis motivaciones. Dicho esto, introduzco esta primera entrada de esta categoría: se trata de un cuento que escribí hace años


Acciones indebidas

Damián repiquetea los dedos contra la mesa. La melodía que compone con las uñas no cambia ni por un segundo, lo mismo que sus ojos, que ni por un instante cambian el objetivo de mira: Amelia. Recorre con la mirada cada átomo de su figura y todo le parece mágico. Le gustaría decirle que tiene los dientes hechos de alguna cosa muy pero que muy blanca, y que la manera en que se mueven sus pestañas le recuerda a algo realmente bonito; esas cosas que dicen los poetas. Pero Damián no es un joven de palabras tomar, para qué mentirnos. Él se limita a admirarla y tardará años en descubrir que lo que quiere expresarle es, por ejemplo, que sus labios son de coral, llama viva o sangre tibia; pero ahora lo que le carcome el alma es poder definir no su color, sino su sabor.
Sin embargo ahora no todo es metáfora y suspiro: el entrecejo de Damián se frunce y el volumen del repiqueteo de dedos sube hasta el punto reglamentario que indica que algo no anda bien.
Amelia no sólo no se percata de la devoción que él le dedica, sino que mantiene su vista fija en otro hombre. Parece centrar toda su atención en él, sí, es innegable: está atenta a todo lo que él dice. A Damián se le revuelve el estómago y, sin darse cuenta, deja de mirar solamente a Amelia: comienza a pasear sus ojos de ella al tipo y del tipo a ella. Su respiración se vuelve tan fuerte que se puede oír perfectamente.
Comprende que el tipo en cuestión es mayor, que tiene la sabiduría y la experiencia que tanto le faltan a él. Damián sabe que el hombre tiene muchas más cosas para enseñarle de las que él podría pretender poseer. Toda esta frustración se traduce en el chirrido inconsciente que comienzan a experimentar sus dientes.
Entonces el individuo hace una pregunta y ella corre a contestarle sin dudar un solo instante. Él la escucha hasta el final y luego asiente mientras alaba su inteligencia. Ahora Amelia no sólo mira al tipejo, también le sonríe.
Los dedos ya no repiquetean, ahora ambas manos se cierran con tanta fuerza que las uñas de Damián se clavan contra sus palmas, y si no se le prende fuego la cabeza, es por puro milagro.
El hombre comienza a caminar entre las mesas mientras lee en voz alta una página de una novela de Benedetti. De repente se detiene y le hace una pregunta a Damián. Pero éste no contesta, no: el fuego le recorre las venas hasta llegar a los puños, que siguen cerrados con candado. Y si abre la boca será para escupirle agujas, bilis y vidrios rotos.
Es entonces cuando Damián se pone de pie y todos los ojos de la habitación se dirigen a él. Y bueno, lo que viene luego nos lo podemos saltar para evitarle más vergüenza al temperamental joven
[…]
Ahora Damián se encuentra en otra sala, compartida únicamente con el director del instituto, quien parece estar diseccionándolo tras los gruesos cristales de sus gafas. El silencio le está matando y observa todos los detalles de la habitación con tal de evitar a su calvo y sepulcral verdugo. El viejo se remoja los labios con la lengua y finalmente hace la pregunta que toda la clase, ahora ausente, debe estar haciéndose también:
-Dime Damián, y más vale que tu respuesta sea buena, ¿exactamente por qué has golpeado a tu profesor de literatura?
-Em, bueno… ¿Por amor?

(Fecha original: 10/2007)

Ab Initio

Escribo esta entrada a modo de prefacio para el blog.

Al comenzar con esto lo que tengo en mente es recoger y publicar las pocas cosas que, al menos por ahora, me interesa verbalizar y colgar para que quede constancia de su existencia.
En primer lugar, lo que he escrito (a nivel narrativo), puesto que más de una vez he sentido miedo ante la idea de perder cualquier copia de algún relato al que le tenga especial estima.
En segundo lugar, reseñas y críticas. De libros, películas, series o videojuegos, por ejemplo. Al menos en lo que respecta a lo literario, ya tengo algunas cosas colgadas en otras partes y me interesaba la idea de recogerlo todo aquí. Creo que es de los contenidos más útiles que uno puede encontrar en un sitio como éste, puesto que la recomendación puede llevarnos a consumir buenos productos culturales y, por contra, la advertencia puede ahorrarnos un tiempo perdido.
En tercer lugar, lo que he tenido a bien llamar digresiones y reflexiones. Puesto que es humano sentir la necesidad de escribir y dar a conocer el punto de vista que uno tiene sobre lo que sea. Y eso pretendo hacer. No obstante, lo que acabo de decir correspondería a las reflexiones. Las digresiones englobarían cualquier otra cosa que me apetezca escribir, como si se trata de una crónica de mi último viaje en el tiempo o la descripción del mendigo que entró a pedir en el metro. Un miscelaneas, vamos. Porque puedo.

Estos primeros días es mi voluntad subir el máximo posible de entradas (todo lo que ya está escrito y simplemente quiero juntar) para que el blog tenga ya cierto contenido. Luego la idea sería adoptar un ritmo más distendido, sin por ello dejar de ser constante.

No voy a mentir: poco sé respecto a cómo funcionan estas cosas. Mi primer fin es el ya comentado, compilar todo lo anteriormente descrito. Que luego con el timpo todo ello sea leído o bien caiga en el olvido y se limite a ser una herramienta personal ya es asunto del futuro.

Y nada, eso es todo.
Vaya bien.